SIETE HÁBITOS PARA LAS ESCUELAS CREATIVAS

13 diciembre 2017

José Manuel Picó, arquitecto y humanista, explica en este artículo cuáles son los siete hábitos que pueden contribuir a construir una ESCUELA CREATIVA. Nos habla de destrezas como el espíritu crítico, la capacidad emprendedora, el trabajo en equipo, la comunicación, el entender lo que se nos comunica, la empatía…

Es preciso impulsar los procesos de aprendizaje que favorecen y alimentan la capacidad creativa de niños y jóvenes, pues ésta es la habilidad más demandada en una sociedad hiperconectada que avanza, cambia y crece de manera exponencial, y en la que sólo aquellos que estén preparados y sean lo suficientemente flexibles, creativos y proactivos para adaptarse (o incluso anticiparse) a los procesos de “cambio constante” podrán sobrevivir y triunfar.

1.- Celebran y recompensan los logros colectivos.

Los procesos creativos son un “deporte” de equipo, en los que la colaboración y la cooperación entre las personas son básicas. Como bien dice Walter Isaacson en su libro Los Innovadores, “el s. XXI ya no va tanto de solistas, como de coristas”.

2.- El objetivo de su formación no está en la especialización.

La creatividad y la innovación se basa en la interdisciplinaridad y en el aprendizaje basado en proyectos que ya han ido incorporando algunas escuelas.

3.- Favorecen la asunción de riesgos y valoran el fracaso como parte del aprendizaje y de la autoestima.

¿Estamos teniendo en cuenta que superar un fallo o recuperarnos de un fracaso es la base de la propia autoestima y del aprendizaje? El mundo de la creatividad está directamente relacionado con la toma de riesgos y la posibilidad de cometer errores y aprender de ellos. Sin ensayo, prueba, error e iteración no existe ni creatividad ni innovación. Aquellas escuelas que han aceptado e incorporado esta premisa como base de todo aprendizaje están favoreciendo enormemente las capacidades creativas de alumnos y profesores.

4.- Evitan el consumo pasivo y promueven la creación de conocimiento y el espíritu crítico.

Encontramos algunas escuelas donde no se consume conocimiento de forma pasiva, sino que se crea conocimiento de forma proactiva y participativa. Escuelas donde los alumnos crean productos reales para personas reales que no se conforman con lo que les dan ya digerido. Escuelas que basan su aprendizaje en el “learning by doing (aprender haciendo o creando)”, en el “aprendizaje basado en proyectos (ABP)” o el “problem based learning (PBL)”.

5.- Cuentan con incentivos intrínsecos para el aprendizaje.

Las escuelas que fomentan una formación creativa basan su educación en la motivación intrínseca, aquella que verdaderamente nos impulsa a crear e innovar. Intrínseca es la motivación que nos hace perseguir un propósito, la que nos impulsa a ser mejores, a crecer, a ayudar a los demás y, en definitiva, a imaginar o querer crear un mundo mejor.

6.- Potencian las disciplinas relacionadas con el arte y las humanidades.

El estudio de las artes potencia en niños y jóvenes una sensibilidad que les permite desarrollar una ética muy sólida, a la vez que les estimula y potencia otra serie de destrezas y habilidades básicas para caminar con éxito en esta sociedad del conocimiento compartido.

7.- Poseen espacios flexibles, alegres y creativos que estimulan la imaginación.

Loris Malaguzzi, el gran pedagogo italiano de los años 50 del pasado siglo, hablaba de los tres maestros que todo niño y joven tiene: el primero, los adultos, sus profesores, padres y familiares; el segundo, los otros niños, sus compañeros y amigos; y el tercero, el entorno construido, su colegio, su casa, su ciudad. Es evidente que el espacio es un elemento más de la actividad docente, el llamado tercer profesor. El ambiente del centro y del aula constituye un instrumento imprescindible para el aprendizaje de las habilidades creativas.

Artículo completo en Educación 3.0

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