Exhortación Apostólica del Papa Francisco: «Gaudete et exsultate»
«Alegraos y regocijaos» (Mt 5,12). Empieza con las palabras de Jesús «a los que son perseguidos o humillados por su causa», la Exhortación Apostólica firmada por el Santo Padre Francisco el 19 de marzo, Solemnidad de San José, del año 2018, sexto de su Pontificado.
«El Llamado a la santidad»; «Dos sutiles enemigos de la santidad»; «A la luz del Maestro»; «Algunas notas de la santidad en el mundo actual» y «Combate, vigilancia y discernimiento» son los cinco capítulos, del documento pontificio – publicado en español, italiano, francés, inglés, portugués, alemán, polaco y árabe – en el que el Papa Francisco recuerda las Bienaventuranzas como camino «a contracorriente» que Jesús nos indica para ser un buen cristiano:
«Puede haber muchas teorías sobre lo que es la santidad, abundantes explicaciones y distinciones. Esa reflexión podría ser útil, pero nada es más iluminador que volver a las palabras de Jesús y recoger su modo de transmitir la verdad. Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: «¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?», la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas» (63).
No es un tratado sino el anhelo de hacer resonar el llamado a la santidad
«No es de esperar aquí un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que podrían hacerse acerca de los medios de santificación. Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4).