«A CONTRACORRIENTE», JOSAN MONTULL.
Salesiano, cura, profesor, licenciado en teología, twittero, educador, cinéfilo, teatrero, tertuliano, remo a contracorriente y apuesto a perder, uso el micro en la radio, el show en las tablas, la pizarra en el aula, el juego en el patio, la broma en la calle, la pluma en la prensa y todo lo que sea menester para acercar a Jesús a los chavales y construir una Iglesia sencilla y profunda donde todos puedan sentirse queridos y en casa.
Necesitamos curas…
En tiempos de crisis, de desamor, de exaltación de las divisiones… En tiempos de superficialidad, de corrupción, de culto al dinero, de vacío, de predicadores televisivos y de estrellas futbolísticas, en estos tiempos de escándalos sexuales y curias enfurecidas, de políticos irresponsables y populismos sospechosos… En tiempos donde parece que la profundidad está hibernada y la ternura en el letargo… En estos tiempos de chamanes, brujas, hechiceros, adivinos, gurús y mercaderes del espíritu… En estos tiempos que, mal que les pese a algunos, son tiempos de Dios, necesitamos curas.
Necesitamos curas
que compartan la vida de los enfermos
que acompañen a las familias
que quieran y no condenen a las familias que se han roto
que se esfuercen por comprender nuevos tipos de familia
que consuelen a los que sufren
que amen a los pobres
que escuchen a la gente
que acompañen y quieran de verdad a los jóvenes
que denuncien la injusticia
que acojan incondicionalmente a los emigrantes
que sonrían a los niños
que sepan estar junto a quien sufre
que bendigan a los ancianos
que jueguen y celebren la fiesta
que compartan la vida con la gente.
Necesitamos curas
que prediquen el Evangelio
que presidan los sacramentos
que bauticen a los nuevos cristianos
que den la cara por las víctimas de la injusticia
que propongan alternativas al aborto y acompañen a las mujeres que han abortado
que alegren la vida de la gente
que acojan a los niños no amados
que siembren paz en todos los ambientes
que condenen el machismo y la violencia de género
que griten contra la guerra, la violencia y cualquier terrorismo
que sean signo de Vida en los Hospitales
que manifiesten un cariño especial por los deficientes físicos y psíquicos.
Necesitamos curas
que aporten alegría y optimismo a la Iglesia
que enseñen a los que no saben
que compartan el vino, la tapa y la alegría en los bares
que amen a la María de Nazaret y enseñen a amarla
que en nombre de Jesús perdonen los pecados
que en las cárceles no den a nadie por perdido
que lo dejen todo por los demás
Necesitamos curas
que recen y enseñen a rezar
que bendigan la vida
que sepan reír y que se rían con la gente
que sepan llorar y que compartan el llanto
que animen la mortecina vida de los pueblos
que tiendan una mano a los toxicómanos
que ayuden a dar sentido a la vida de tantos hombres y mujeres
que celebren la presencia de Jesús en la Eucaristía
que estén entre la gente como uno más para que nos hagan siempre cercano a Jesús
Necesitamos curas
que confíen en los jóvenes y crean en sus posibilidades
que sean alegres, esperanzados y optimistas
que pidan perdón cuando se equivocan
que sean pobres y compartan su pobreza
que crean en la cultura, la música, las artes
que tengan amigos
que dialoguen con creyentes de otras confesiones
que charlen francamente con ateos
que descubran a Dios entre la gente
Necesitamos curas, no como funcionarios de liturgias frías, sino como personas que vivan su existencia como una consagración,
que -como el pan- dejen que su vida sea tomada y bendecida por Dios, que rompan su vida por los demás, que la repartan como el pan.
que -como el vino- derramen su vida, para que la gente tenga esperanza y vida, la vida que viene de Dios.
Necesitamos curas que vivan, se desvivan y mueran, si es preciso, por la gente.