Artículo de Javier Sanz, delegado de Apostolado Seglar de la diócesis de Tarazona y párroco del Santo Sepulcro de Calatayud.
Estos días en los que estamos confinados, las redes sociales se han convertido en una ventana universal a la cual asomarnos para animar, compartir nuestras inquietudes, nuestro dolor, nuestra pena…, pero también nuestras habilidades (cuántos músicos, cantantes o animadores nos arrancan una sonrisa cada día) o nuestra espiritualidad (tantos hermanos sacerdotes que nos esforzamos por hacer presente al Señor como buenamente podemos, llevando una palabra de aliento, compartiendo tiempo de oración o meditaciones…, o subiendo al campanario con el Santísimo para bendecir nuestras ciudades).
No obstante, estos días muchas veces he visto comentarios sobre la «aparente» inactividad y egoísmo –cuando no desaparición- de la Iglesia: «quitemos la X de la Declaración de la Renta de la Iglesia para ponerla en la Sanidad»; «el que quiera una Iglesia, que se la pague»; «que el Vaticano dé las reservas de oro que tiene para la lucha contra el COVID-19»; «¿qué hace la Iglesia de España con los 11.000 millones de euros (sí, sí, 11.000 millones dicen) que recibe cada año?»; «ahora ya sabemos que la religión no cura», etc.
Podría entrar a hablar de cada una de estas afirmaciones, pero no lo voy a hacer. Basta con mirar un poco en fuentes oficiales en Internet para ver que, por ejemplo, la Iglesia de España recibió el año pasado 235 millones de euros de aquellos que pusieron la X en la Declaración de la renta, es decir, de aquellos que quieren una Iglesia y se la pagan, no de los Presupuestos Generales (solamente son 10.765 millones de euros menos de lo que algunos afirman).
¿Dónde está la Iglesia de España? Podríamos hacer varias divisiones de dónde está la Iglesia:
– Donaciones en metálico: algunas diócesis o instituciones diocesanas han donado dinero para material sanitario, como el Cabildo de Córdoba (100.000 €), la archidiócesis de Sevilla (300.000€), Cáritas Vizcaya (500.000 €), entre otros.
– Edificios y materiales a disposición de la autoridad sanitaria: seminarios, casas de ejercicios y de convivencias, colegios diocesanos, Iglesias, camas…
– Donaciones de material sanitario: incontables son los monasterios que trabajan de forma incansable elaborando material sanitario (mascarillas, batas…). Parroquias, Hermandades y Cofradías que han entregado material sanitario del que disponían para sus actividades ordinarias.
– Trabajo: Residencias, Hospitales, centros Asistenciales, Centros para personas con Discapacidad, voluntarios de parroquias y hermandades, capellanes de hospital o de cementerio, catequistas que siguen animando sus grupos, Centros de Orientación Familiar con profesionales para la asistencia psicológica y atención a personas que viven solas…
– Asistencia caritativa: Cáritas sigue trabajando para asistencia urgente a personas en riesgo de exclusión y necesitados, comedores sociales, albergues…
– Asistencia espiritual: sacerdotes voluntarios para asistencia en hospitales y en domicilios (proyecto #quenosepierdaninguno), celebración y retransmisión de la misa diaria y del Oficio Divino, exposición del Santísimo y Rosario; intenciones en misa (proyecto #rezoporti); teléfonos de asistencia espiritual permanente…
De todas formas, dejo también un enlace con muchas -no todas- las actividades que se están realizando en las distintas diócesis españolas.
Y esto es sólo un poco (repito, sólo un poco) de lo que está haciendo la Iglesia en España. Pero tengamos en cuenta que, muchas de estas cosas, ya se vienen haciendo de forma permanente y callada todos los días del año. Por eso quizá la Iglesia parece que no hace nada extraordinario ante esta situación, porque lo que para algunos es extraordinario, para la Iglesia es lo ordinario, lo cotidiano, lo normal. Y lo hace sin darse más importancia que la que tiene: «Lo que hicisteis con uno de estos hermanos míos a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40).
Que la religión no cura -de forma ordinaria- (dejamos la iniciativa a Dios, que para eso también están los milagros) parece que lo acaban de descubrir algunos. Pero es que Dios nos ha dado medios para enfrentarnos a situaciones como ésta (ciencia, investigación, caridad… y también la oración, claro está). Tampoco cura el arte, la música, la literatura u otras disciplinas, pero ¡a cuántas personas les está ayudando todo esto a sobrellevar esta situación! La religión quizá no cura el cuerpo, pero sí cura el alma.
Y termino ya… Aquellos que insisten en que la religión (generalmente se refieren a la católica, curioso esto) ahora no sirve para nada, tengan en cuenta que su forma de entender la vida no tiene por qué ser la misma que tienen todos los demás. Y la propia OMS reconoce como un derecho fundamental del paciente la asistencia INTEGRAL de la persona, incluyendo sus propias convicciones religiosas. Así pues, aquellos que no quieran asistencia religiosa, no la pidan. Pero no se hagan portavoces de «todo el mundo» diciendo que no sirve para nada. Porque a muchos, sí nos sirve.