HISTORIA DE LA IGLESIA DE SAN JOSÉ (SALESIANOS)

7 septiembre 2020

Sin grandes pretensiones   -que luego fueron indispensables-, pero con gran sentido práctico y pastoral, Don Bosco buscaba con ahínco <una pequeña iglesia para reunir a los muchachos> (MO 121). La <auténtica miseria de iglesia>, que pudo montarse en el cobertizo  del señor Pinardi, fue <bendecida y consagrada al culto divino el domingo, día 12 de abril de 1846>. Desde aquella circunstancia, que tantas satisfacciones produjo, hasta hoy, toda Obra Salesiana anida inexorablemente su identidad, carisma y misión en una iglesia o capilla en la que, además de gestar la gloria de Dios y de María (Haec est domus mea, inde gloria mea), hace posible expresar la fe <cantando misa, celebrando triduos, novenas y ejercicios espirituales, administrando confirmaciones, la santa comunión y cumpliendo también con el precepto pascual> (MO 125).

Cuando D. Antonio do Muiño, como fundador y primer director, y el resto de los salesianos de la comunidad llegaron a Pozoblanco en septiembre de 1930, en la “Huerta del Obispo” solo existían dos edificios: la casa solariega del Obispo Pozuelo y el pequeño pabellón de dos plantas, que acababa de edificarse para uso escolar. La iglesia, cubierta de aguas, estaba en construcción, circunstancia que obligó de inmediato a la comunidad a utilizar <la antigua capillita, diminuta y coquetoncilla del Obispo situada a la derecha de la casa, en palabras de D. Antonio Martínez de Haro.  Al poco tiempo, la afluencia de vecinos y bienhechores urgió habilitar una capilla más amplia en parte de la planta baja del edificio escolar, <ocupando la mitad del salón y separada del resto por un tabique de madera>. Dicha planta ha estado destinada, desde el principio hasta hoy, a teatro y usos múltiples.

La iglesia actual, cuyo proyecto y dirección se deben al conocido arquitecto y bienhechor D. Juan Bautista Caballero Cabrera, esposo de la mártir y primera secretaria de la Archicofradía de María Auxiliadora, Dª. Teresa Cejudo Redondo, se terminó en abril de 1931, siendo bendecida en noviembre (mayo?) del mismo año por el señor cura arcipreste de la Parroquia de Santa Catalina, luego también mártir, D. Antonio Rodríguez Blanco, antiguo alumno salesiano del colegio de Utrera y excepcional cooperador salesiano.  La exaltación del acontecimiento y su significado estuvo a cargo del salesiano pozoalbense D. Andrés Yun Encinas, director a la sazón de la Obra Salesiana de Córdoba.

La iglesia o capilla  -que de las dos formas se nombra-  es un edificio de seis cuerpos que ocupan una superficie total de 415 m2  -metro más, metro menos-, que se estiran hasta 463, añadiendo los 48 del coro. Las medidas lineales de los diversos espacios son las siguientes, siempre aproximadamente: nave: 33 x 10 m.; capilla lateral: 8 x 5 m.; sacristía: 7 x 7 m.; coro: 10 x 4,80 m.

Los trabajos de construcción se llevaron a cabo con la aportación económica inicial de las fundadoras y dos sustanciosas colaboraciones del gran bienhechor  D Antonio Cañuelo Blanco, que oportunamente hicieron posible tanto reemprender como terminar la obra. Mientras D. Antonio do Muiño impulsaba la decoración de todo el recinto, cooperadores y gente de bien, identificada con el carisma y la misión salesiana, colaboraban generosamente con imágenes y enseres que iban completando el “ajuar sacro y litúrgico” conveniente. En este sentido, por ejemplo, Dª. Hilaria, una de las fundadoras, costeó la talla de María Auxiliadora y la decoración de la respectiva capilla lateral, que quedó hecha  <un recinto de gloria>, luego destruido por los avatares de la guerra civil; Dª. María, otra de las hermanas fundadoras, regaló la campana de la espadaña, que pronto quedó “amordazada y fundida para cañones”; D. Doroteo Amor Cabrera obsequió el primer altar de san Juan Bosco.

La iglesia, como entidad religiosa, comunitaria y escolar, fue dedicada a san José, en memoria del Obispo Pozuelo. Por eso María Auxiliadora tuvo su capilla propia desde el principio, y D. Luis Hernández Ledesma, en su reforma posterior (1949-1950), hizo por ordenar la decoración y las imágenes en virtud de los orígenes, cosa, por lo visto, no fácil de mantener a pesar de las patentes contradicciones decorativas

 

Tras la guerra civil, D. Antonio Martínez de Haro fue enviado por el Sr. Inspector para tomar posesión de una casa-colegio en ruinas (28 de marzo de 1939), a fin de limpiar y procurar lo indispensable para celebrar  culto en la iglesia y hacer posible la estancia de los salesianos, a punto de regresar. Cuando D. Antonio do Muiño puso de nuevo los pies en Pozoblanco (22 de abril de 1939), <todo estaba destruido y lleno de suciedad. La iglesia daba lástima: desmantelada, sin retablos, sin imágenes, descuartizadas las cristaleras…>. La bellísima talla de María Auxiliadora fue precipitada por uno de los balcones de la fachada de la casa, acabando destrozada.

Al alimón entre la Parroquia de Santa Catalina, de la que fue nombrado párroco por el Obispo Pérez Muñoz, y la comunidad-colegio, que regía como director, D. Antonio do Muiño puso manos a la obra moviendo Roma con Santiago, para descombrar y limpiar, para reparar y reconstruir, además de dotar de lo más imprescindible siquiera la iglesia y las aulas. Personas de gran corazón y firme espíritu salesiano  vinieron pronto a remediar la situación. Algunos ejemplos bastarán: Dª. Josefa Moreno y otras “santas mujeres” hicieron de sus casa un bullicioso taller del que salieron preciosos y delicados manteles, corporales, purificadores, flores y objetos de culto; una nueva imagen de D. Bosco fue donada por el notario de la localidad, D. José Alonso y su señora, Dª. Carmen de la Hera, imagen que fue recibida con gran expectación el 24 de noviembre de 1940 y bendecida con solemnidad extraordinaria el 30 del mismo mes (Otros documentos la refieren a los AA.AA.); las bancas de la iglesia fueron costeadas, según posibilidades, por los antiguos alumnos y demás grupos de la Familia Salesiana; la restauración de la capilla lateral  y del culto a María Auxiliadora fue opción clara y eficiente de la Archicofradía.

Con D. Eduardo Ramos como director, la iglesia adquirió un nuevo relieve social y popular con la creación de la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón (1944) y Nuestra Señora de la Amargura (1946), imágenes donadas por la Familia Bosch y Guillermo Vizcaino, respectivamente.  A ella se unió, años más tarde, la Cofradía de la Borriquita, el 6 de abril de 1952.

Una reforma de empeño a favor de la belleza y la calidad religiosa, de la que aún quedan los elementos principales, fue la realizada en la iglesia por D. Luis Hernández Ledesma durante su directorado (1948-49/1953-54), especialmente  durante los dos últimos cursos. Él promovió el retablo y los frescos dedicados a san José, las escenas del Vía Crucis, el precioso púlpito, ya desaparecido que, coronado por los ángeles que actualmente posan en el altar del Cristo del Perdón, buscó espacio apropiado sobre la columna del presbiterio, junto a la puerta de entrada. Parte de aquella iniciativa fue una nueva e “inmensa” imagen de san José que presidió  poco tiempo el altar mayor, por excesiva, y que fue donada por D. Ángel Moreno Cabrera y Dª. Josefa García de Moreno; la imagen del Sagrado Corazón fue obsequio de Dª. Rafaela Caballero, viuda de Boch; la imagen de san Luis Gonzaga, colocada hoy en la capilla lateral, fue regalo del matrimonio D. Francisco Moreno Cabrera y su señora; las dos bellas  y grandes  lámparas, que lucían hasta hace poco colgadas en el presbiterio, fueron donadas por las fundadoras. También fueron renovadas las pinturas de la capilla lateral.

Otras reformas posteriores, motivadas o no por el Concilio Vaticano II y diversas circunstancias o  conveniencias,  han dado lugar a su configuración actual.

La Iglesia de San José es un auténtico foco de espiritualidad salesiana, de devoción mariana y popular. Siempre abierta, con celebraciones juveniles y abiertas a todo nuestro Pueblo.

LA CAPILLA DE LOS MÁRTIRES (ANTIGUA CAPILLA DE MARÍA AUXILIADORA)

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