PILAR PEDRAJAS-JUANFRA HUERTAS/
El pasado viernes no tocaba ver a un famoso, ni echarse una foto con el cantante de moda; tampoco ver la película más taquillera…Era el día de mirar, recordar, sentir la figura y vida de Bartolomé Blanco y comprobar que es más fuerte que la muerte.
Un vecino de Pozoblanco, un joven normal, con novia, con proyectos, con familia y amigos que, al decirse y proclamarse cristiano, por seguir firmando que Cristo es su Rey y por seguir su fe, le cuesta la vida. Lo mismo que a Teresa Cejudo, madre, catequista, mujer de caridad; también a D. Antonio Rodríguez, el Párroco de Santa Catalina y antiguo alumno de Los Salesianos de Utrera.
El Sr. Obispo propuso con fuerza y profundidad la santidad valiente y sencilla de los beatos mártires de Pozoblanco; y especialmente propuso al buen grupo de jóvenes que rezaron ante él el jueves y el viernes, que animaron la celebración con sus cantos, sus moniciones y detalles que atendieran al AMOR hecho fe y vida de BARTOLOMÉ BLANCO. Y les propuso vivir con pasión y decisión, como él, su vida en plenitud, lejos de posicionamientos que los despersonalicen, firmemente arraigados en la fe, como Bartolomé, como Teresa, como D. Antonio.
La familia de Bartolomé Blanco ofreció un relicario con sus reliquias y la de sus compañeros en la entrega de la vida, así como el pan y el vino de la Eucaristía. Su presencia confirma la fecundidad de la vida y testimonio de Bartolomé.
Hoy el corazón salesiano tenía un nombre: Bartolomé; y con él, los de Teresa y Antonio. El telón se abría para una hermosa historia de amor. Y el siguiente capítulo lo escribimos nosotros. Cada una de nuestras vidas está llamada a ser un nuevo capítulo de amor, aprendido y vivido en la Escuela Salesiana. Una vez más, SOMOS UNO. Ellos nos enseñan que nada es imposible.